1. Raíces y Alas en el Duelo
- Aida María Castro Morales
- 27 jun 2016
- 3 Min. de lectura
“- Han matado a tu padre.
- ¿Y a ti quién te mató, madre?”
Pedro Páramo, Juan Rulfo.
Un proceso de duelo toca varias áreas de nuestra vida desacomodándolas por un tiempo.
La muerte física de una de nuestras raíces mueve el mundo personal de una manera muy profunda, y con ello mueve también nuestra relación con el exterior y con quienes están ahí.

De acuerdo a la Real Academia Española la palabra raíz incluye las siguientes definiciones:
En Botánica, es el órgano de las plantas que crece en dirección inversa a la del tallo e introducido en tierra o en otros cuerpos, absorbe de estos o de aquella las materias necesarias para el crecimiento y desarrollo del vegetal y le sirve de sostén, también se le considera parte de una cosa, de la cual, quedando oculta, procede lo que está manifiesto y la causa u origen de algo.

Tiene usos como en las siguientes frases:
Echar raíces: Fijarse, establecerse en un lugar. Dicho especialmente de una pasión: Afirmarse o arraigarse.
De raíz: Enteramente, o desde el principio hasta el fin de algo.
Tener raíces: Dicho de una cosa: Ofrecer resistencia al apartarla de donde está o al cambiar su estado. Dicho de una persona: Ofrecer resistencia para desprenderse de algo.

Mi punto de partida es mi familia de origen y la tierra de donde su semilla brotó fue cultivada por incontables manos de generaciones anteriores. Yo crecí en su seno y mi familia tejió una realidad compartida con la de muchas otras en una cadena mayor: la sociedad humana.
Recibí de sus raíces lo que necesitaba para mi existencia, de igual manera, como alimento, tomé de los ciclos de aprendizaje cerrados y de los que aún continúan abiertos, siendo éstos por los que seguramente se fuga energía de vida diluyéndose en mi crecimiento.

La muerte de los que me antecedieron, o a veces, la de los que me precedieron, coloca y presiona el dedo sobre la llaga de los duelos y procesos no elaborados, cargados a veces desde un remoto pasado. Una pérdida vivida así, añade peso al alma, y también se suma el entrañable rumor que me habla de mis sueños aún no alcanzados, quizá similares a los deseos que no germinaron como logros para mis antepasados.
De ahí la imagen de las raíces y las alas.

Ala se describe con algunas de estas definiciones:
Cada uno de los órganos o apéndices pares que utilizan algunos animales para volar. En Botánica, cada uno de los pétalos laterales de la corola amariposada.
Y en algunas frases conocidas, como:
Alas del corazón: Ánimos, valor, brío.
Caérsele a alguien las alas, o las alas del corazón: Desmayar, faltarle el ánimo y constancia en algún contratiempo o adversidad.
Cortar las alas a alguien: Quitarle el ánimo o aliento cuando intenta ejecutar o pretende algo. Privarle de los medios con que cuenta para prosperar y engrandecerse. Privarle del consentimiento y libertad que tiene para hacer su gusto.
Volar alguien con sus propias alas: Poderse valer por sí mismo.

Alas y raíces comulgan y el lugar del encuentro soy yo, nutrida/o por esa mezcla tan humana de sabiduría e ignorancia, de perdón y condena, de amor y de violencia.
Cada pérdida me remueve por dentro recordándome o haciéndome reconocer las cuentas, las que ya están saldadas y aquellos pendientes vitales que me aguardan y de los que soy testigo al presenciar la partida de aquellos que acompañaron parte de mi camino.
Ya sea que me hablen del olvido o del reconocimiento, son sus voces las que dan forma a su ausencia de carne y hueso.

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