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3. Tres Pasos

  • Aida María Castro Morales
  • 8 sept 2016
  • 3 Min. de lectura

“Uno se sueña a sí mismo,

y yo quiero en mí soñar,

hablar con profundidad,

ser actor y no testigo.

Que tenga caso estar vivo,

que no se envilezca el ser.

Paciencia para saber

si el gusano es mariposa.

No está lo bello en las cosas,

lo bello es como las ves.”

Lo Bello

Enrique Quezadas

En la anterior columna comentaba, entre otras cosas, acerca de la importancia de tomar conciencia de cómo se vive en el presente. Este es un primer paso vital, sólo cuando alguien se mira y habla desde donde está, puede contactar mejor con su verdad, esa que está dando forma a su realidad, que le hace vivir o no vivir su más profundo deseo de autoexpresión.

En el cuento: “Canción de Navidad” de Charles Dickens, el señor Scrooge, recibe la visita de tres espíritus que le conducen a través del tiempo en una especie de revisión de vida a través de su pasado, su presente y su futuro.

Sin contar con estos elementos fantasmales tal cual, tenemos sin embargo una forma de saber cómo vamos en la vida.

Así como el dolor físico es una manera en que una parte de mi cuerpo se comunica con el resto para decirle que hay algo importante que atender, si me insensibilizara ante el dolor, si algo pasara con mis terminaciones nerviosas y no lo advirtiera; dependiendo de la magnitud del aviso, pudiera terminar en algo más grave al no atenderme a tiempo; así también los malestares emocionales son un aviso de que algo está emergiendo por la piel de la conciencia, y si es así, es muy probable que su tiempo de aflorar haya llegado, que ya estemos en condiciones y contemos con los recursos que antaño no percibíamos para conocer esa parte oculta que quiere salir a la luz.

Un segundo paso es lo que decida hacer o no hacer con ese darme cuenta. Hay algunas teorías que hablan de que antes de nacer cada quien eligió sus condiciones para aprender, desde el lugar, los padres y las circunstancias que le fueran más propicias para continuar con su entrenamiento como alma o espíritu.

Otras posturas comentan que esta es la única vida y que nadie puede elegir sus circunstancias para llegar a este mundo, incluso ni siquiera el pedir nacer.

Sea como sea, cuando una persona se hace de herramientas para saber más de ella misma o para encontrar respuestas sobre alguna situación que quiera resolver con ayuda, encontrará en su recorrido un sinnúmero de elementos como parte de su desarrollo humano. Uno de ellos para mí es sin duda la toma de conciencia de su libertad.

Su libertad para elegir si quiere o no quiere ver, si desea o no desea escuchar, si se acerca para tocar el tema o se aleja para mantenerse a resguardo.

Cuando no elegimos conscientemente aún así lo hacemos sin darnos cuenta, todo el tiempo estamos haciendo uso de esa libertad para elegir, incluso cuando alguien dice que las circunstancias le obligaron a hacer o no hacer algo, aún ahí optó y esa opción surgió de ella o de él.

Cuando decido hacer o no hacer soy responsable desde mi libertad por esa elección. Mientras esté con vida no puedo renunciar a elegir.

Por ello, si opto por hacer consciente lo inconsciente, como segundo paso, el siguiente elemento que me visitará me preguntará qué quiero hacer con lo que ahora sé, con aquello que ha parido mi conciencia.

Este es otro momento de libertad. Sea que elija, no hacer nada, guardarlo, tomarme un tiempo y después decidir, estoy ejerciendo mi derecho a elegir.

Quienes dan el siguiente paso entran en el terreno de las acciones que buscan resolver el conflicto que les trajo a recorrer este camino. La toma de conciencia no basta si desean mutar el malestar desde su raíz y fecundar la nueva vida que mueve sus alas.

En la siguiente columna empezaré a comentar sobre el empleo y la utilidad del Genograma como instrumento terapéutico.


Imágenes: http://www.publicdomainpictures.net/



 
 
 

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